Curiosos hallazgos persiguen siempre a los seres humanos, evidenciando que la vida es una caja de sorpresas inagotable. Sucesos inesperados nos asaltan en lo mejor de nuestras vidas, momentos en los que la rutina se ve interrumpida por acontecimientos que nos sacan de nuestro eje. Estos eventos parecen aflorar sin aviso, desafiando la aparente linealidad de nuestra existencia.
Acontecimientos pasan en nuestros caminos y a menudo no les encontramos explicación a esos hechos. Nos dejamos llevar por la corriente de la vida, aceptando que hay cosas que simplemente ocurren sin que podamos encontrarles un motivo claro o una razón evidente.
Ayer, hoy y mañana estaremos al acecho de saber cuál será nuestro destino. La búsqueda de respuestas es una constante en la vida humana, una inquietud que se extiende a través del tiempo y que nos lleva a preguntarnos qué nos reservará el futuro.
Aunque nuestros abuelos nos decían “el destino está en los pies”, haciendo alusión a la importancia de caminar y actuar para alcanzar nuestros objetivos, en muchos casos el derrotero ya parece estar marcado. Existen momentos determinantes y decisiones que, una vez tomadas, definen un camino del cual es difícil desviarse.
Hay fechas que se cumplen e itinerarios que recorrer, como si la existencia siguiera un programa o un calendario establecido, con momentos y etapas predestinados a cada individuo. La sensación de que ciertos sucesos están destinados a suceder en momentos específicos de nuestras vidas es algo que ha intrigado a la humanidad desde siempre.
Los astros han señalado los rumbos en toda la historia humana, convertidos en guías para muchos que buscan en ellos la orientación y el sentido del viaje vital. La astrología, por ejemplo, ha sido una forma de buscar patrones y señales en el movimiento de los astros que influyen en nuestro comportamiento y destino.
Nuestros ancestros, aún más fieles, han sujetado sus vidas a esos dictados y señales recibidas, engranando sus acciones y decisiones a lo que consideraban eran mandatos del cosmos o designios divinos.
Esta forma de entender la vida, donde cada encuentro y cada despedida responde a un hilo conductor mayor que nos supera, invita a la reflexión sobre el grado de control que realmente poseemos y la maravillosa incertidumbre de la existencia.
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